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Cajón del Maipo – Embalse el Yeso

octubre 12, 2017

Eran las 8:25 cuando partimos. Todos estaban a bordo y Felipe sugirió que descansáramos durante el viaje fuera de la ciudad. Primero habló en español (3 de los pasajeros eran argentinos, 4 brasileños, 1 chino, 1 estadounidense, y yo, de Inglaterra), luego repitió en inglés.

Nos demoramos alrededor de una hora en llegar a la pequeña cafetería en la entrada del cañón, donde paramos para tomarnos algo caliente. También nos comimos un trozo de pastel cada uno. El grupo empezó a conversar y aprendimos de donde éramos todos y a dónde íbamos.

Aún tenía cara de sueño cuando entramos a la cafetería, pero durante el viaje después, el paisaje se cristalizó. Nos adentrábamos en un valle verde, con muros montañosos a los dos lados de la carretera, cumbres nevadas que parecen crecer mientras nos acercábamos. Esto era el Cajón del Maipo. Esto era lo que había visto en todas las fotos.
El guía dominaba el inglés excelentemente. Era simpático y dispuesto a contestar cualquier pregunta, no solamente sobre la excursión sino sobre Chile en general. Pasamos por el pueblecito de San José de Maipo, establecido en 1792. Para llegar a ser un pueblo oficialmente, tuvieron que construir una pequeña iglesia, un hospital, y un edificio de la municipalidad. Originalmente era el hogar de los mineros de la zona, quienes extraían plata y oro. Hoy en día venden productos artesanales hechos de los minerales preciosos.

 

El guía continuó hablando mientras pasamos por el pueblo y los cañones alrededor. El río Maipo que atraviesa este valle, serpenteando por el terreno irregular, tiene mucha importancia para Santiago. Provee electricidad para la capital y también sirve de portal con la naturaleza, con muchas opciones a la hora de hacer deportes de aventura. Puedes andar en kayak y rafting en el río, y muchos santiaguinos vienen aquí los fines de semana para escaparse de la contaminación de la ciudad. El fresco aire de montaña te refresca el cuerpo y te aclara la mente.

Avanzamos más adentro del cañón. Pasamos por el lado de una pequeña vía de tren con algunos trenes estacionados. Felipe nos explicó que antes los trenes llevaban cobre de las minas hasta Santiago. En 1985, removieron la mayoría de la vía. Además Pinochet vivió aquí. Vimos su casa, pero yo tenía que estar absorbiendo tanta información tan rápidamente que en realidad yo no la vi. Está en el valle en alguna parte. Estoy seguro.

Antes de que pudiera contemplar lo que había hecho Pinochet, estábamos corriendo por otro pueblecito, aprendiendo sobre los almendros de la región – la exportación más importante del Cajón del Maipo.

Finalmente pudimos estirarnos y sacar algunas fotos. Se podía ver el glaciar encima de la cumbre de la montaña – un bloque gigante de hielo, posado precariamente en el borde.

El sitio parecía estar lleno de refugios antibombas grandes. Parecían algo de una película de guerra, pero Felipe nos dijo que estaban ocupados entre 1953-1964 por los constructores de la represa cercana. Tienen techos curvados para desviar el viento y la nieve. Sin embargo, no tienen ventanas, y los constructores tenían que vivir en condiciones congeladas durante todo el proyecto.

 

 

Después fuimos en vehículo hasta la represa, que queda a un paso, donde nos bajamos nuevamente para conocer el hermoso rincón de cuatros vientos. No es difícil ver como se ganó ese nombre. Por donde mires, el viento te bofetea, el polvo te arde los ojos y se mete detrás de tus párpados. Tornados en miniatura golpean el agua en la distancia.

 

Un grupo de turistas estaban en el rincón, luchando por quedarse de pie para sacarse selfies.

 

Saqué algunas fotos para mí. El embalse era muy lindo. Las montañas nevadas mejoraron la apariencia del embalse artificial.

 

Después de un corto viaje de vuelta por donde habíamos venido, nos paramos en el lado de la carretera y Felipe nos dijo que había montado un picnic. Había una mesa en un pequeño cerro, con una cascada en las rocas detrás. Habían aceitunas, trozos de zanahoria, y pan. La salsa para el pan era una mezcla de salsa de soja, semillas de sésamo, y queso crema. Es una mezcla muy rara, una que ya había visto a otro chileno comer esa misma semana. Son tres cosas que personalmente yo no juntaría, pero me sorprendió con lo rico que estaba. A lo mejor se come en otras partes y soy yo que no lo conozco, o quizás es una exquisitez moderna de Chile. Como sea, vale la pena probarlo.
Habían unas botellas de vino para compartir entre el grupo, también. No me gusta mucho el vino, pero lo probé.

 

Cuando terminamos el pequeño picnic, nos subimos a la camioneta y salimos del cañón para llegar a la parada final. La tienda de empanadas. Felipe sugirió que todos probáramos de pino, porque es tradicional de Chile. Nos convenció a todos que pidiéramos de pino.

 

Cuando al fin terminamos de comer, nos subimos al vehículo y volvimos a Santiago, justo para la hora punta. No llegué a la casa después hasta más de las 6, pero Felipe fue amable indicando lugares para visitar en la ciudad, incluyendo una heladería que vende helado con sabor a ají. Aún no lo he probado, pero está en mi lista de cosas que hacer antes de irme de Chile.